domingo, octubre 30, 2005

Ez3kiel - B4rbary

Tengo que darle las gracias a mi amigo Manolico por haberme recomendado este disco. Me lo presentó como un disco de Trip Hop, y no sé porqué se me ocurrió que iba a ser un DJ poniendo algunas de sus bases más o menos acertadas al estilo de DJ Krush. Quizás fuera por el nombre del grupo, tan bíblico que evoca la imagen de alguien que se cree un fuera de serie que sabe hacer scracht encima de una base repetitiva y monótona hasta la saciedad.

Cuando comprobé que la primera pista era un tema más bien introductorio e instrumental sin mucho orden ni concierto (aunque dura cerca de dos minutos y medio), se empezaron a confirmar mis sospechas de que el disco iba a ser poco usado por mi parte. Pero ante mi asombro, la siguiente pista poseía un sample bastante simple de una obra orquestal, pero que empezaba a marcar el carácter del resto del disco mientras una voz en off se empieza a nombrar palabras que, debido a mi escaso dominio del inglés, parecen hablar de los peores actos humanos. Ante el buen gusto de esas notas, comencé a mirar el disco desde otra perspectiva. Un ritmo de batería vintage sin muchas pretensiones pero que cumple a la perfección su cometido acompañado de un bajo da a la pista cierto aire que despierta la curiosidad del oyente. Ese toque oscuro de todo el conjunto acompañado de la voz en off mientras se repite el sample inicial, es una buena carta de presentación.

A partir de aquí comienza a cambiar bastante la perspectiva que empiezo a tener del disco. Se deja entrever que no estamos ante el típico disco con pistas que no van a parar a ninguna parte, y que tal como empieza acaba, sin que te hayas perdido absolutamente nada si por un casual dejastes de atender al poco rato de empezar. Y es que este grupo es un claro ejemplo de que se puede hacer música con alto contenido melódico sin tener que renunciar a un ritmo a medio tiempo; como nos ofrece la cuarta pista. Con un ritmo y un bajo que recuerda mucho a cualquier tema Dub, un clarinete desarrolla el tema junto con una viola el hasta tal punto que parece la banda sonora de una película de temática judía.

Lo que más sorprende del disco es la variedad de sus canciones, sin que llegue a ser demasiado ecléctico como para perder el rumbo de lo que estamos escuchando. Es Trip Hop en un sentido muy amplio, llegando incluso a parecerse en una de sus pistas a aquellos temas menos oscuros de Beth Gibbons cuando estaba en Portishead para después abordar temas contundentes y cargados de batería un poco distorsionada que harán las delicias de los amantes de las pistas con cierta rítmica. Mención especial a la penúltima pista donde una batería saturada de distorsión llena por completo la pista, mientras un bajo bien engordado de graves, con destellos técnicos de barridos en el filtro, juega con tus oidos.

En definitiva, estamos ante un disco con temas muy variados que consigue mantener la atención del oyente a la espera de la próxima pista. En casi todo el disco no se deja de lado el tema melódico y los arreglos instrumentales bien cuidados, sin que llegue a empacharnos por resultar demasiado melodioso o aterciopelado. La verdad es que tiene la mezcla justa entre melodía y ritmo, sin que llegue a aburrir, por exceso de una u otra cosa. Tiene dos pistas contundentes, con ritmos elaborados, que se asemejan demasiado y que pueden llegarse a relacionar entre sí, por lo que en este punto decayó un poco mi interés por el disco y a más de uno puede ser que prescinda de una ellas. Lo peor del disco es la mezcla, en la que apenas hay compresión y que llega a ofrecer una sonoridad (en cuanto a potencia sonora) un poco pobre en algunas pistas, pero que por otro lado deja los graves con toda su calidad si le damos caña al equipo. Yo personalmente habría dado más presencia al ritmo en algunas pistas, en las que se queda bastante en segundo plano, sin que haya ninguna voz o instrumento que ocupe su puesto.

Si tuviera que ponerle nota, este se lleva un 8.
Ebers Moll 9:26 p. m. | 0 comentarios |

Presentación

Mi primer disco lo compré con unos 15 años. Al tener una hermana mucho mayor que tú, puedes aprovecharte de sus gustos musicales que pueda ofrecerte y de los discos que ha comprado basándose en estos, por lo que mientras sean similares no hay necesidad de comprar ningún disco. Pero a un niño de 7 años le resulta bastante difícil escuchar a Alaska y los Pegamoides, y mucho menos entender las letras, por lo que mi interés por los discos de mi hermana era algo bastante anecdótico en comparación con la colección de música que me podía ofrecer. Ahora ve uno esos discos de vinilo como verdaderos tesoros de la música de los ochenta, pudiéndoles dar todo el valor de aquella época fantástica para la música española. Y como uno no disponía de una paga que fuera algo más que simbólica, había que recurrir a las grabaciones en cinta y a mucho ingenio para agenciarse algo que fuera de tu agrado (parece ser que la piratería tiene mucho más tiempo que el mp3).

Aunque tardara mucho en comprarlos, empecé a disfrutarlos incluso antes de saber hablar ya que, según cuentan mis padres, la única forma de hacerme callar durante las noches de verano que siguieron a mi alumbramiento era con música. Lo que pasa es que el niño salió bastante sibarita y sólo admitía a los grandes de la música clásica, rechanzo al resto con una demostración soberbia de voz de contraalto ad libitum. Después el gusto degeneró conforme pasaron los años hasta que logré entrar por el buen camino de nuevo.

Así, tras varias cintas de "Máquina Total" y "Bolero Mix" junto con algún esperpento de cuyo nombre no quiero acordarme (como un tal Ximo), uno empezó a ir desarrollando un cierto gusto que se iba alejando del resto. Los chicos de ahora lo tienen muy fácil, porque al disponer de televisión digital con muchos canales de música, unido al potencial que ofrece internet, encontrar otra música un tanto distinta de la que te ofrecen ciertos medios de comunicación con dudoso gusto musical (ellos miden la calidad con otro baremo distinto) es muy fácil. Pero para mí fue todo un descubrimiento y un gran éxito de investigación encontrar a grupos como Green Day, Offspring o The Cramberries, que ofrecían un sonido que en nada se parecía al empalagoso de Eros Ramazzotti o ese grupo raro que era Amistades Peligrosas o cualquier recopilatorio de makineta que había conseguido abandonar sin mucho esfuerzo, que era lo que escuchaba el resto de mis amigos o amigas.

Y una tarde de otoño decidí invertir mis ahorrillos del mes en un disco que cambiaría mi vida y mi concepción de la música: The Mellon Collins and the Infinity Sadness, de los desaparecidos Smashing Pumpkins. Para mi sin duda alguna es el mejor disco de los años 90 sin tener en cuenta el estilo de música, sólo seguido por el Debut de Björk o el Dummy de Portishead. A partir de ahí se empieza a abrir para mi el mundo de lo que se conocía por música independiente, sin carácter comercial donde prima el talento al posible éxito comercial. De ahí seguí con un montón de grupos pop con un carácter similar a ese disco tan fabuloso que he mencionado. Conforme iba acabando el instituto me empecé a decantar por el Metal por culpa de Marilyn Manson (algunos no comprenderán porqué una cosa puede llevar a la otra) hasta meterme en algo que los entendidos llamaban Black Metal. Tras freirme el cerebro de esta forma durante un tiempo me pasé a algo más tranquilo y melódico como Radiohead u Ocean Colour Scene y cuando me empelagué con tanto música aterciopelada de Suede, seguí con el rock industrial de Deftones y muchas otras más variantes mientras intercalaba los orígenes del rock con gente como Led Zeppelin.

Cuando llegué aquí tuve una revelación de la mano de Fernando Trueba. Él nos dio la oportunidad de conocer el Jazz Latino a través de su película-documental-musical Calle 54, y yo acepté. Así pude asomarme un poco al mundo del Jazz, y empezar así a escuchar aquellos programas nocturnos de los que había rehuido toma mi vida hasta entonces. Pero me di cuenta de que para escuchar Jazz hay que estar preparado mentalmente, por lo que decidí que mientras maduraba me dedicaría a ampliar mis conocimientos.

Tengo la suerte de tener un primo que está también un par de escalones por encima de mi en cuanto a gustos en determinados estilos musicales. Gracias a él pude escuchar mi primer disco de esa música que muchos han insistido en elevarla a estilo musical pero que yo me sigo negando. Es ni más ni menos que el Chill Out. Yo empecé con un disco de Hed Kandi y amplié la colección con algún otro. Por suerte no caí en el error de comprar ningún disco en el que intentan mezclar algo con ritmos pausados y atmósferas etéreas. Así que nadie me pregunte nada sobre Opera Chill Out o Flamenco Chill Out o cualquier perversión de una mente enferma. Menos mal que me duró poco y pegué el salto al Trip Hop y al Downtempo gracias a discos como Maxinquaye de Tricky o el fabuloso Mezzanine de Massive Attack. Tras esta evolución, quise adentrarme en otros estilos de música y me dediqué a escuchar todo lo que podía caer en mis manos. Lógicamente, algunas cosas me gustaban, otras ni las llegaba a escuchar enteras porque eran pura basura y hay una tercera clasificación en la que están aquellos discos que no me gustaron en su tiempo, pero que tras unos años de madurez he llegado a apreciar como discos que eran verdaderas genialidades. No me voy a meter en hacer un repaso de los discos más representativos de lo que escuchaba porque sinó esta presentación se convertiría en más tostón de lo que está llegando a ser, pero sí que os diré que después de todo este tiempo me he quedado con dos géneros musicales: el Jazz y la Electrónica.

El primero procuro escucharlo en vivo y el segundo en casa. Aunque no soy un entendido del Jazz y soy incapaz de retener tanto nombre en mi cabeza, siempre que tengo la oportunidad escucho algún disco que me recomiende un buen amigo mío que entiende una barbaridad de buena música. Pero soy muy reticente a meterme completamente de lleno en ese mundo, porque tengo la sensación de que cuando entre en él ya no podré escuchar ningún otro estilo. Así que me estoy guardando para cuando tenga más años y el ambiente de un pub me resulte demasiado opresivo como para permanecer en él más de media hora. Entonces me dedicaré a escuchar Jazz y frecuentar clubs de música en directo. Mientras sigo escuchando música electrónica en su más amplio sentido, por lo que mayoritariamente comentaré discos que contengan a mansalva sonidos de sintetizadores.

Y recordad que no sois los únicos que no lo gusta "bailar" regueton o como demonios se escriba
Ebers Moll 12:30 a. m. | 2 comentarios |