miércoles, febrero 22, 2006

Sumergiéndonos...

... en las profundidades de internet. Sonido en minoría se monta al carro de las nuevas tendencias (quizás un pelín tarde).
Ebers Moll 5:40 p. m. | 1 comentarios |

martes, febrero 21, 2006

El mundo y yo

Uff, cuánto tiempo sin escribir nada en este blog. Los exámenes apenas te dejan tiempo para otra cosa que no sea estudiar y retirarte cierto tiempo de cualquier cosa que tenga letras. Mucho menos para poder escuchar como es debido los discos que se publican y menos aún para poder comentar cualquier aspecto sobre ellos. Ahora quedan unos tres meses por delante donde puedo compaginar a la perfección (o eso espero) mis deberes con mis aficiones y en los que espero que, y de hecho se esperan, la publicación de nuevos trabajos a cargo de gente tan esperada como Cinematic Orchestra, Radiohead, Mogwai o Bonobo (Revista Future Music).

Ha sido un mes de completo aislamiento con el mundo exterior, salvo por mi inseparable portátil y la tan agradecida conexión a internet. He de reconocer que os he engañado un poco al principio, porque sí que he escuchado música continuamente. Es más, suelo hacerlo mientras estudio, aunque para ello no suelo utilizar música nueva, sino discos que los tengo muy trillados. Así, aunque apenas les preste atención, me ayudan a sentirme a gusto y algunos de ellos incluso a concentrarme. Aunque cuando las cosas están apretadillas, suelo recurrir a la música clásica (donde se ponga el Requiem de Mozart que se quite lo demás) o puede que incluso llegue a apagar cualquier aparato que emita sonido. De esta forma he conseguido crear un pequeño microcosmos regido por sonidos alejados de lo vulgar y mundano, nada de música comercial y, gracias a dios, sin tener que escuchar el último gran éxito de las radio fórmulas. En este último mes, más que nunca, ha sido el tiempo del sonido minoritario. O por lo menos de la música destinada a las masas y que sólo piensa en enriquecer a las discográficas. Donde se ponga un buen disco forjado en Blue Note que se quite cualquier experimento de Sony.

El problema llega cuando te vuelves a introducir en el macrocosmos. Entonces te das cuenta que la música que se pone en los lugares de público generalista es cada vez peor. Mucha culpa de ello la tienen las emisoras de radio que funcionan a golpe de talonarios expedidos por las discográficas. Aunque tratan de hacer llegar los últimos lanzamientos de la industria, lo cierto es que sólo se centran en unos pocos. También puede ser porque a la gente no le suele gustar las canciones que no suenan comerciales, porque son menos accesibles para el oido. Por comerciales entiéndase en este caso toda canción que gusta la primera vez que la escuchas, que posee una estructura muy simple y que rítmica, melódica o técnicamente llega a sonar como un amplio conjuntos de canciones similares. Al final tenemos la pescadilla que se muerde la cola, porque las radio fórmulas precisan de público y para ello tienen que poner música que encaje con la anteriormente descrita para que la gente siga escuchando a esa emisora. En cuanto emiten canciones que no se ajustan a esos parámetros, la impaciencia de la gente junto con sus pocas ganas de abrir nuevos horizontes hacen que cambien de emisora. Así que no queda más remedio que seguir emitiendo una y otra vez lo que la gente demanda, que no es ni más ni menos que lo mismo de siempre.

Tras este galimatías, pasamos a la práctica, a la anécdota. Antes de los exámenes y coicidiendo con el final de las navidades, solía salir por un pub de mi pueblo donde aparte de la pachanga y el reguetón de vez en cuando metían un temita que te agradaba al oído. Allí podías escuchar, aunque fuera de forma muy aislada, un tema de Iggy Pop, seguido por dos de Andy Lucas, tres de algún extriunfito o similar y cuatro del tío ese que ha compuesto toda una oda a los culos gurdos, para contraatacar con un tema de Da Lata y vuelta a empezar el círculo. Vale que el tracklist no tiene ninguna consistencia, pero al menos cada media horita podías relajar los oidos con otra cosa que no te machacara completamente el cerebro. Cuando vuelvo de mi experiencia con el lado oscuro de la universidad, me encuentro conque los encargados del pub han cambiado y con ellos también los gustos musicales. Ahora ya no tenemos jazz por la tarde a la hora del café y por las noches lo que os he comentado antes. No. Ahora existe una cosa que el nuevo encargado de la música (llamémosle así) cree que es techno cuando en verdad es algo más parecido al estruendo que le gusta al Neng de Castefa y por las noches ponenn la guinda con seis horas seguidas pero bien repartidas de pachanga, reguetón y ese engendro que algunos han bautizado como flamenquillo pop. Cuando pides algo más de variedad, intentando que vuelvan los viejos tiempos, la respuesta es siempre la misma: "Es que esto es lo que le gusta a la gente". Es en ese momento cuando en mi mente se dibuja la gran frase, la gran moraleja de todo esto: entonces yo no soy "gente".

Ante semejante frase, uno no puede evitar pensar que no forma parte del grupo, de la masa, de la turba. Incluso puedo creer que no soy más que un bicho raro. Pero como este aspecto ya lo tengo asumido, casi que me lo tomo como un cumplido. Son muchos años cultivando los gustos musicales como para tomarse eso como un insulto. Pero dejaremos las charlas filosóficas para otra ocasión. Ahora y más que nunca, seguimos en minoría.
Ebers Moll 12:20 p. m. | 1 comentarios |